Llegó hace un año con todo el ímpetu de las buenas ideas para desarrollarlas en una ciudad de buena gente, una de las atractivas y tranquilas del concierto nacional. Dejar el Teatro Colón, con las exigencias que impone para los bailarines y trasladarse a Salta, le pareció a Francisco un “combo” perfecto para un futuro deseado.

Y tuvo un buen comienzo. Los salteños rápidamente se sintieron atraídos por la nueva confitería Luis XV, por el estilo, la ornamentación, y el ambiente ideal para entablar una conversación, o una buena lectura. Pero, a veces, lo bueno tiene corta vida. Llegó el cambio de gobierno y la liberación de los precios de los alquileres, el local de la atractiva confitería pasó a costar el valor “impagable” de $800 mil pesos, y tan solo por 4 meses, en donde habría que sentarse de nuevo para escuchar el nuevo precio conforme al impacto de la inflación. Todo ello, sin contar los impuestos que hay que pagar en AFIP, DGR y la Municipalidad como Publicidad y Propaganda que aumentó en enero un 1.000 %, el pago diario del ‘estacionamiento medido’, que también se fue por las nubes; más agua, luz y gas.

No podía ser de otra manera. El impacto ahogó no sólo los bolsillos de Francisco, sino también sus sueños y expectativas, y empezó a buscar otro rumbo. La propuesta libertaria no era para un emprendedor como él, que se estaba haciendo desde abajo, como seguramente ocurrirá con muchos, dado que el gobierno nacional se ha centrado sólo en las multinacionales, aquellas que están más allá de las contingencias argentinas. Tampoco lo convence aquello de que después del sacrificio llegarán las bonanzas.

Lo que quedó de una atractiva propuesta de café: salón vacío, oscuro y con muebles arrumbados en un rincón.

Y quienes dijeron que asumían responsabilidades políticas, terminaron matando a un emprendimiento que iba muy bien, que había dado trabajo en blanco y seguro a cuatro familias, todas con aportes previsionales y seguro. Por lo tanto, sin una alternativa a mano, Francisco decidió volver a las tablas. Empezó a repartir su currículum y a ofrecerse para casting, que como ocurre que nacen tocados por la varita de la capacidad y el mérito, rápidamente llegó una propuesta desde Uruguay para volver a la danza.

Francisco, que la venía peleando junto a comerciantes vecinos de la amplia calle Sarmiento, los convocó para informarles que lamentablemente por razones de fuerza mayor abandonaba la lucha en defensa propia, agradeció la solidaridad de los comerciantes salteños con los que le tocó compartir sus sueños de emprendedor, y anunció su partida: “Me voy de Argentina, aquí no tengo posibilidades de pelear, porque por más libertad y carajo que publiciten en las redes, un emprendedor no puede pagar costos ajenos, costos de la famosa casta. Hasta la próxima”, saludó. ¡Hasta siempre, Francisco! Volverás cuando haya gobiernos que no busquen salvarse con impuestos salvajes a los emprendedores.