INTERIOR Oscar Burgos 01 de abril de 2022

De las escuelas ranchos a las "aulas containers"

Aclaración: la escuelita 'Benigna Saravia', de Finca Abra Grande, no fue ninguna escuela rancho. Tenía ocho aulas, oficinas de dirección y secretarías; galerías y un amplio patio. Cincuenta años después y pese al crecimiento social, se ve reducida a dos contenedores viejos y herrumbrados. Claro, Mario Gerala, el propietario actual, no es Eduardo Nogués aquel tucumano bohemio, de baja estatura, pero de inmensa generosidad que produciendo cañas había dispuesto, en el lote San Pablo, cabecera de Finca Abra Grande, para sus trabajadores de viviendas, una escuela, la Benigna Saravia, una salita de salud, una iglesia, dos plazas, un 'club de polo' para deleitarse con sus amigos, y un 'club de obreros' en donde criollos y aborígenes se sacaban chispas jugando al fútbol los domingos.

Los contenedores instalados hace unos días.
Finca Abra Grande nació al calor de la generosidad de tierra oranense, está ubicada a pocos kilómetros de San Ramón de la Nueva Orán, sobre ruta nacional Nro. 50 en el tramo hacia Aguas Blancas; y está asentada sobre uno de los acuíferos más grande del noroeste argentino. Lo de tierra generosa no es un artilugio expresivo, sino una realidad palpable. Hace años han salido de allí las mejores cañas de azúcar, y hoy en día ofrenda la soja que demanda el mundo. Sin embargo, a la luz de los hechos la vida ha sido desigual para sus habitantes. Mientras muchos crecieron en forma abundante, la población de Finca Abra Grande prácticamente ha desaparecido. Quedan algunos nostálgicos hijos de trabajadores esparcidos por el departamento y en otros puntos del país. Pero la que resiste a esta crueldad social es la escuelita “Benigna Saravia”. Nadie la ayuda albergar sus casi medio centenar de alumnos. Ni siquiera el gobierno que debiera velar por su continuidad, porque de allí salieron docentes, técnicos y administrativos de hoy que han dibujado sus primeros trazos en las aulas de madera en San Pablo, el lote principal de Finca Abra Grande. 
En esa lucha, hace más de cinco años que docentes, padres y amigos vienen reclamando una residencia para la escuelita Benigna Saravia, aunque más no sea un par de aulas, y según cuenta el sitio “Expresión Yupanqui Orán Aao”, el Ministerio de Educación dispuso de dos contenedores como aulas. 
¡Dos contenedores! 
O sea, la escuela Benigna Saravia, 50 años después, pasó de una edificación de madera con diez aulas, oficinas administrativas, amplias galerías y patio amplio, a ¡dos contenedores que en el frío serán congeladores y en el verano, verdaderos baños turcos, para los chicos. 
¡Qué está pasando en Salta, que sin terminar con las “escuelas ranchos” estamos pasando a “escuelas conteiners”!
A lo que queda de la “Benigna Saravia” concurren hijos de peones de fincas de Río blanco, Puesto 28 y hasta del barrio Libertad de Orán, que viajan en colectivo por ruta 50 y luego caminan dos kilómetros hasta donde está la escuela en Finca Abra Grande. A veces a oscuras para llegar a horario. Los chicos de barrio Libertad tienen más cerca la escuela Arturo Illia pero no es “albergue” o sea no le dan desayuno ni almuerzo, y no se pueden quedar hasta más tarde, además ir a la escuela Illia es un riesgo por la droga y los robos que son moneda corriente, le dijeron las madres al entonces diputado Lara Gros cuando fue a aconsejar a las madres que busquen otro lugar para sus chicos.
Los dos contenedores que se ven en la fotografía le ha costado un dinero importante al gobierno que sobrepasa el bochornoso beneficio para los alumnos y docentes, y despierta sospecha de que se ha privilegiado un negocio antes que el bienestar de los chicos. Sin sumar el alquiler por todo el 2022 y los años siguientes.
Según el músico Riqui Zarra –que siempre estuvo apoyando la lucha por la escuelita -, el lugar ideal para instalar la escuela es Lote Margarita, equidistante a todas las fincas del lugar para que concurran los chicos; y además que sea una escuela con orientación rural, agraria. Sin embargo, eso no parece estar en los planes de ningún político en la actualidad. Esta semana, justamente, estuvieron con el ministro Sergio Camacho, los diputados Patricia Hucena y su esposo Martín Pérez, pidiendo arreglos para varios colegios, pero ni mencionaron la escuela de Abra Grande.
¿Qué ha pasado con la ‘Benigna Saravia’ que, en vez de crecer y mejorar al ritmo del desarrollo social, se ve reducida a dos contenedores viejos y herrumbrados?
La tierra sigue siendo generosa como antes, pasó de producir cañas de azúcar, a grandes cantidades de granos de soja. Pero, claro, Mario Gerala, actual propietario de Finca Abra Grande, no es Eduardo Nogués, aquel empresario tucumano, de baja estatura pero de inmensa generosidad, que dispuso en aquellos tiempos que el lote cabecera de la finca, San Pablo, tuviera una escuela, un centro de salud, una iglesia, plazas; un cómodo ‘club de polo’ donde se divertía con amigos de la ‘high society’, y un club de obreros en donde criollos y aborígenes se sacaban chispas jugando al fútbol los fines de semana. 
¿A Gerala no le alcanza lo que gana para donar un pedazo de tierra para construir una escuela modelo que reivindique no sólo a Benigna Saravia, a Eduardo Nogués y a todos los que ofrendaron su vida en Finca Abra Grande? 
Según dicen, se escuda conque tiene un convenio con el gobierno, que no se nota, salvo estos mezquinos contenedores. 
Gustavo Sáenz no se puede dar el lujo de que su gobierno sea el iniciador de las “escuelas conteiners”. No debe imitar la pétrea actitud de Juan Carlos Romero ante las escuelas ranchos, tampoco la bijouterie del ahora esponjoso Juan Urtubey, que explicó por qué el Fondo de Reparación Histórica no alcanzó a esta escuelita insigne.

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