A pocos días de la conmemoración del 24 de marzo, Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, Silvia Troyano tiene marcada a fuego esa fecha porque la padeció en carne propia, aquelbgolpe de estado. Ella trabajaba de periodista en Salta, según recordó en su visita al programa De Buena Fuente, haciendo catarsis de todo el sufrimiento que le tocó vivir, demostró la fortaleza de una mujer que pudo afrontar el dolor, pero sin olvido. “El 23 a la noche, hicimos la tapa del diario, ya sabíamos que venía el golpe de estado, por las informaciones que se recibían en el teletipo desde Télam. Terminamos como a las 1 de la mañana en el diario. Este año me sorprendió la similitud de la llovizna, igual que el 24 de marzo, desde la muerte de Luciano, el 15 de febrero de 1975 y la muerte de Ragone el 11 de marzo de ese mismo año. Yo llegaba a mí a casa a las 1 de la mañana y a la vuelta sobre la calle Buenos Aires, quedaba la UNSa. Estaban todos los profesores y alumnos dentro de la casa de estudios, y cuando llego, veo que en la esquina había una tanqueta, yo estaba acostumbrada porque me hicieron muchos allanamientos durante el año ´75. Vi la tanqueta militar y militares que daban órdenes para atacar a la UNSa a los que estaban allí, adentro, con todo el pánico que eso significaba para todos. Entonces entro a casa y a las 3 de la mañana, lo vinieron a buscar a mi hermano (Armando 'el Gogo' Troyano), que ya estaba casado y vivía en otro barrio, para detenerlo. Cuando me levanté a las 6:30 de la mañana para ir a ver al que era en ese entonces secretario de redacción del diario El Tribuno, donde Gogo trabajaba, me di cuenta que ese hombre, era de algún modo, referente de los miembros de la dictadura, Mario Ríos. Y digo que era referente porque cuando yo fui a preguntar ¿Por qué se lo llevaron al Gogo? Él habló por teléfono y dijo un nombre de guerra, dijo... 'Sí, aquí está , como diciendo vengan a buscarlo ya, entonces cuando escuché eso, estaba con mi cuñada,' vámonos ya, Cristina, le sigo, y cuando di la vuelta a la manzana, una señora que tenía un estacionamiento de vehículos donde yo guardaba mi auto sobre la Urquiza, salió corriendo y me dijo:' dice su padre que se vaya al diario porque ya la vinieron a buscar, o sea, que no demoraron nada en llegar. Me fui al diario y me encontré con el “Loro” Giaccosa y Anita María que era su única hija mujer, muy amiga mía, me dice' se llevaron a una hija y ahora quieren venir a buscar la otra' Giacosa me acompañó porque estábamos esperando que llegue el director, el abogado y el fotógrafo, que casualmente, los fotógrafos del Intra trabajaban también en la policía y el director del Intra era Miguel Ángel Martínez Saravia, que fue excelente, por eso digo que yo tengo amigos radicales que valen oro, pero hay otros que no son ni radicales, ni chicha, ni limonada”, definió.

Silvia continuó con su relato y describió: “No me detuvieron esa noche, a las 4 de la tarde una empleada de la administración del diario, se cruzó al café donde todos íbamos y avisó que yo estaba ahí escondida en el directorio, entonces me vinieron a buscar antes que llegue Miguel Ángel y el abogado. Llegó una gente de la policía de la provincia, muy cercana a Joaquín Guil, los que me hacían los allanamientos durante el ´75. Me sacaron apuntándome con un fall me iba empujando y los empleados del diario, la mayoría radicales, pero  muy unidos, hicieron dos filas indias hasta la puerta y me despedían llorando. Yo escuchaba La cigarra, cuando dice, 'a mi propio entierro fui', cuando vi a todas esas filas llorando, sentí que iba en cajón, entonces a mí  en estos días, todos los años, empiezo a sentir el peso de ese dolor, traté de acomodarlo por muchos años en el modo que pude, porque tenía que seguir luchando y construyendo para mi hija, para la gente, pero fue muy duro”, rememoró Troyano. 

La dirigente siguió repasando, sin olvidar ningún detalle de todo lo que vivió: “Tres meses estuve detenida en la chancha, que le decían, porque a las mujeres nos pusieron en la chancha y a los hombres en celdas comunes. En realidad, mi dolor más profundo era mi hermano, porque yo debo tener una cuota de locura donde decidí no comer para no darle el gusto a que me maten, pero él me preocupaba. Yo lo amaba mucho, porque soy muchachera, toda la vida lo acompañé de colada (risas). Pasó, y yo salí con 32 kilos de ahí, ni yo me reconocía en foto que después me mostraron y nos llevaron a la Central, y los dos fotógrafos lloraban y no me querían sacar la foto porque eran los mismos que trabajan en la policía y yo les decía, 'sáquenme porque los van a matar, y llorando me sacaron la foto”, recordó la dirigente.