Murió Mario Pereyra y Córdoba lo llora. Un hombre discutido en todos los ámbitos pero escuchado, con la misma pasión, en todos esos ámbitos. Mario, Marito o el Negro, según el grado de afectividad y rechazo de sus receptores e interlocutores que se contaban de a cientos y miles, supo hacerse espacio en una sociedad tan afectuosa como difícil. 

Su olfato para adecuarse a cada época política y social, lo llevó a ser –según una encuesta de la revista de negocios Punto a Punto a los propios empresarios por un top 50 de influyentes de Córdoba- el primero en esa selecta lista. No es poco llegar a ese nivel en esta vasta geografía, donde los asientos están reservados con nombre propio al Arzobispado, al rector de la Universidad Nacional y la crema y nata de la familia judicial. Todos obvios proveedores tanto de cuadros políticos como funcionarios estatales y CEOS.

Mario Pereyra supo sintetizar un poder social y político con su Cadena, que ni la propia Voz del Interior pudo mantener en sus casi 120 años de existencia. Mientras el diario de los Remonda tuvo que ceder ante el Clarín de Magnetto y bucea entre mantener su edición de papel y potenciar su portal web; Radiodifusora del Centro, la empresa que guía a Cadena 3, fue creciendo en base a coberturas de acontecimientos sociales, deportivos, culturales y políticos de la ciudad y la provincia, y una ingeniería financiera sostenida por los grandes anunciantes privados y el gobierno en sus distintos estamentos. Una amalgama de periodismo y empresa que dio por resultado la cadena radiofónica más visible, potente y poderosa fuera de la Capital Federal, hoy CABA.

 

El sanjuanino Pereyra ejerció la idiosincrasia del cordobés del imaginario nacional. Después de todo, vivió casi la mitad de su vida en la ciudad. Sin la tonada típica pero con la chispa a flor de piel, el locutor, periodista y empresario coqueteó con esa identidad haciéndose hincha de un club popular como Talleres, al mismo tiempo que cada lunes reivindicaba su pertenencia al Racing Club de Avellaneda. Una licencia que solo él se podía tomar en el nido del sentimiento anti-porteño y sin costo alguno. Supo ponerse en la piel de los Moneros y los albañiles, hablándole en un tono llano y directo, consintiéndoles sus gustos. No solo creó la Radio Popular para escuchar cuartetos sino que al estadio mundialista, hoy llamado Mario Kempes, lo tenía alquilado literalmente para celebrar con más de 40.000 personas cada aniversario de su programa Juntos, el Día de la Madre y el Día del Niño. A ese escenario subieron desde Soledad y Jorge Rojas hasta Sergio Dalma y Valeria Lynch, pasando por Piñón Fijo y Abel Pintos, por citar solo a algunos de sus invitados. Todos, el mismo día y a la misma hora y con estrada libre y gratuita.

Es más, conocedor de ese ser cordobés que consume en la peatonal y se llega al centro desde los barrios, hizo flamear la bandera de la Cadena apoyando los recordados recitales del mediodía de sábado en la plaza San Martin del centro histórico. Allí, cantaron desde Víctor Heredia hasta Jairo, pasando por los Carabajal y algún tanguero, género que admiraba y escuchaba con ahínco. Como se ve, los huevos en muchas, por no decir en todas las canastas. 

Interpretó los gustos masivos del DNI mediterráneo como el Rally Mundial. Una competencia automovilística que se vive en estos lares con singular devoción. Esos son días donde muchos cordobeses, familias enteras y grupos de amigos, se van a las sierras para ver pasar autos. Se llevan de los almacenes, carnicerías y supermercados de la ciudad casi todo el asado y la mayor cantidad de Fernet y Coca Cola disponible y ¿Quién estaba allí, en el éter acompañando a la multitud? Mario Pereyra y su Cadena 3. La radio transmite en vivo las circunstancias del acontecimiento, a toda hora y en todos sus programas.

Para tal hegemonía del aire, a la tradicional emisora LV3, de la cual era su director artístico, la transformó en cadena para que todos ellos la escuchen: la tradicional AM, la FM 106.9 versión pop y Radio Popular, la variante cuartetera del grupo mediático. Más el portal que sirve de conexión no ya con los alrededores de la Docta, sino con el mundo. 

Con su ya histórico operador, Lito Quinteros, jugaron desde mucho antes de que en las radios se popularice el recurso de apelar al recorte de discursos o entrevistas para darle un tono cómico cuando el conductor comentaba la noticia. Los cientos de llamados diarios a cada pregunta, pensamiento o provocación de Pereyra hacía entrar en crisis–habrá que acostumbrarse al pasado- a cualquier contestador o mensaje por Whatsapp. Pereyra parecía divertirse con las respuestas de esas voces, que iban desde las amas de casa hasta los habitantes de los cien barrios porteños y más que uno y otro cordobés o argentino yirando por el mundo. 

Todos los aplausos por una opinión cercana a la creencia de sus oyentes y todas las críticas y las decepciones de los receptores por una mirada contraria a sus ideales eran, es y será, acaso, cuidadosamente reflejadas en el aire. En esta empatía, la música siempre ocupó un lugar central y la connivencia con los gustos llamados populares. Más cuarteto menos rock, más nuevo folclore y menos cancionero latinoamericano, más latinos menos Bossa Nova.  Pero si a estas tierras la pisó algunos de la trova cubana o el tropicalismo brasileño o un rocker de bateas vanguardistas, tuvo su espacio. Pero en su Cadena 3 sonaban, suenan y sonarán más fuerte los cuartetos -de esos que hacen enojar a las clases acomodadas del Cerro y Jardín Espinosa y ya despechadas optan por la competencia de nombre de prócer porteño- y los éxitos del pop hispanoparlante, que lo acerca a un público más heterogéneo. 

Desde el mismo domingo de su defunción, el rosario de agradecimientos por su generosidad para el desarrollo de muchas carreras artísticas fueron una constante.

Mario Pereyra reflejó el cordobesismo. Ese eufemismo inventado por José Manuel De La Sota para diferenciarse de la nación gobernada por el kirchnerismo y también para marcarle la cancha al gobierno macrista. Un tono localista con mirada global. 

En su programación, seguida por su minuciosa lupa, se practica un discurso, casi militante, de anti-kirchnerismo y neoliberalismo. Los gurúes de la City porteña y los denunciadores de la grieta gozan de buena salud. El gesto conciliador del entonces candidato opositor en las presidenciales de 2019 se estrelló cuando en la recta final de la campaña se sentó en los propios estudios de la ex LV3 ante el mismísimo Pereyra, quien, saltando todos los preceptos periodísticos, lo arrinconó a preguntas cuasi querellantes. Tal es así que su columnista político, Miguel Clariá, luego de la entrevista y en los pasillos del estudio, le pidió disculpas al ahora presidente.

Sus sombras se acrecientan cuando hace muchos años le hizo una entrevista al genocida Benjamín Menéndez en modo amistoso y benévolo o cuando hace poco comentó respecto a la cuarentena que “estábamos en una dictadura” y había “toque de queda en la Argentina. Ni Pinochet hacía eso, pobrecito Pinochet”, remató. Mario Pereyra expresó a un ser conservador y consolidó un sentido común que tuvo penetración no tan solo en las capas subalternas de la sociedad sino en un universo más amplio. La clase media cordobesa debe hacerse cargo de dejarse seducir por Marito. Al mismo tiempo, Cadena 3, también llamada despectivamente por sus oponentes como Condena 3, fue un semillero del partido gobernante Unión por Córdoba, o sea el PJ. Fuerza política que según el catecismo de la “ceocracia” es la culpable de todos los males desde hace 75 años.

La añeja LV3 empoderó electoralmente a sus movileros. Hizo la punta con la UCR, Olga Ristra pero desde hace más de 20 años cuando unos de sus movileros estrellas, Cacho Echepare dejó la radio por la política, ya el alma se la llevo el viejo partido de Perón. Cacho fue legislador e intendente de La Calera, una de las ciudades dormitorios del Gran Córdoba. Siguió Arturo Miguel Heredia como diputado nacional y recordado como el autor de la célebre frase en medio del debate por la Ley de Medios: “Nos quedaremos sin ver al Pato Donald” vociferó con prejuicios. Su histórica locutora, Blanquita Rossi, también fue diputada nacional hasta hace pocos años.

Pereyra contribuyó a crecer a la empresa que, según cuenta la historia oficial, se la ofrecieron para que la comprase apenas despuntado los noventa. Sorprendido dijo que había que tener dinero para eso y ahí nomás le presentaron – a él y a su socio y compadre, Rony Vargas, la otra alma de Cadena3- a un socio capitalista.  Así empezó a construir un medio de comunicación que deja en crecimiento, mutaciones y con mucho dolor.  El lunes pasado, el anuncio de la empresa financiera que auspicia su programa tuvo otra voz y La Fiesta de la Mañana, tal como él denominaba a ese espacio, fue cubierto con locuciones femeninas. La tradicional recorrida por las corresponsalías de todo el país se hizo entre el tributo y las lágrimas y aún es temprano por la conmoción y el vacío para escuchar quién se hará cargo definitivamente de la conducción.

Mientras tanto, la muerte de Mario Pereyra descoloca a propios y extraños. Para el establismenth es una pérdida invalorable. Para el progresismo, que siempre lo impugnó, su ausencia lo hará respirar un poco más oxigenado aunque ese rechazo le impida ver que en los límites de la Región Centro no se pudo construir e instalar un contra discurso a la hegemonía planteada desde los micrófonos de este verdadero tanque del periodismo. Este tiempo de cambios probará la solidez de la Cadena 3 sin el referente máximo y obligará, si quieren y pueden, a sus competencias a disputarle las mañanas, las tardes y las noches a la radio líder. Y quien sabe si, por alguna vez, los doctos, la izquierda y los progres, juntos o separados, se animan a darle la importancia a un medio de comunicación que refleje los intereses populares, que en la Córdoba del gatillo fácil tanto se demanda.

El vacío que deja lo sentirá su audiencia y las múltiples flores que coronan a la vieja emisora de calle Alvear merecen un respeto sublime. Se fue un animal de radio y un hombre polémico que trascenderá a su propio réquiem.