Testimonios de Malvinas: “Durante 10 esperé que mi hijo vuelva”

Valeria Ríos de Ramos, Madre de Hilario Ramos, Soldado Caído en el ARA General Belgrano, y Presidenta de la Comisión de Familiares de Caídos de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, visitó De Buena Fuente en los estudios de FM Profesional (89.9), donde se refirió a su dolorosa experiencia de vida.

DE BUENA FUENTE 02 de abril de 2019 Daniel Torres Daniel Torres
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De notable fortaleza, comenzó recordando que “él estaba prestando servicio militar obligatorio y tenía 18 años, y se instaló en Puerto Belgrano donde se embarcó en el ARA General Belgrano, que era un buque de guerra”.

“Él se presentó el 2 de febrero, y cuando se fue nos escribía cartas y nos contaba que los sacaban por las noches a prepararlos con mucho entrenamiento, pero ellos no sabían que iba a haber una guerra”, contó.

Tras esta preparación, señaló que para transmitirle tranquilidad, su hijo le dijo que “iban a llevar provisiones a los soldados que estaban en Malvinas y se iban a volver, y allí es donde lo torpedearon al buque, lo que fue una traición de los ingleses porque estaba fuera de zona de combate”.

“En las cartas también nos pedía que recemos y que estemos bien porque iban a recuperar las Malvinas, lo que demuestra que seguramente no medían las consecuencias como todos jóvenes, y el 29 de abril cuando recibí esa última carta yo estaba bien y contenta, pero el 1º de mayo entré en una intranquilidad que nunca voy a poder explicar”, relató con la voz temblorosa.

Aquellos días le quedaron marcados a fuego en la memoria de Valeria, por lo que los recuerdos son pormenorizados: “ese día teníamos un asado en la casa de un amigo, y yo le decía a mi marido que no quería moverme de la casa porque no me sentía bien, y nos quedamos, y al otro día, el 2 de mayo, lo hundieron al buque, pero recién me enteré el 5 de mayo por las noticias, ya que desde las fuerzas nos avisaron recién el 11”.

“Escuché la noticia mientras viajaba a hacer compras al mercado, y allí explotó mi corazón cuando decían que estaban rescatando a los jóvenes, por eso le pedí al chofer que pare porque me quería bajar, y le dije que tenía un hijo en el crucero, y me bajé a los gritos en Pellegrini y San Martín, y entré corriendo al mercado y le dije a una amiga que habían hundido el Belgrano”, rememoró.

Ante la desesperación de la noticia, contó que en ese momento quería “ir a Puerto Belgrano para ver si lo traían o no, y a averiguar qué pasaba, hasta que el 11 de mayo un jeep del ejército con dos soldados llegó a mi casa y nos leyeron una carta diciendo que mi hijo no estaba entre los rescatados y que presumían su fallecimiento”.

“Hilario era mi segundo hijo, y solamente mi familia sabe lo que viví desde el 5 hasta el 11 de mayo, además de que por diez años esperé a mi hijo”, recordó, y dijo que “luego de 6 o 7 años, otro salteño que estuvo en el buque me dijo que no lo espere más a mi hijo, porque en el momento del torpedo él estaba durmiendo luego de haber hecho guardia”.

Con su corazón inmenso de madre, Valeria reconoció que “lloraba todas las noches, hasta que un día me dormí y sentí que alguien me hacía caricias en la cara, y lo vi a mi hijo Hilario salir de la puerta de mi habitación; salté de la cama para alcanzarlo y no pude, y allí pensé que quizás era mi otro hijo pero él se estaba bañando en ese momento, por eso allí entendí que era la última vez que lo había visto a mi hijo”.

Allí, su vida tuvo otro vuelco gracias a la intervención de su madre: “estaba totalmente deshecha hasta que mi mamá me levantó de la cama, y una mañana junté fuerzas y salí a la Catedral a preguntarle por qué me había pasado esto al Monseñor Mariano Pérez, a quien le pedí una audiencia llorando”.

“Recuerdo que Monseñor, mientras pensaba, me hacía caminar y me daba revistas de Ceferino Namuncurá, que hasta hoy me acompaña, y luego me preguntó si tenía flores en mi casa, y yo le dije que sí, y me dijo que si me gustaban las flores, le estaba negando el mejor pimpollo al Señor, porque ese pimpollo era mi hijo que se fue a servir a la Patria”, recordó con lágrimas en los ojos.

Luego, dijo que Monseñor Pérez le “dio una placa y me mandó a una broncería, y me dijo que le avise cuando esté lista y que vaya con mi familia, y gracias a él, hoy está al costado del altar del Señor del Milagro”.

“Hoy tengo nietos, bisnietos y estoy sana para seguir siendo madre porque por algo Dios me ha iluminado y me puso en esta experiencia, y a todas las madres que pierden hijos y no saben a quién reclamar, les digo que sean fuertes porque las mamás son el puntal de los hogares”, concluyó.

 

 

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