El Tula, el bombo mundial del peronismo

Murió el bombo mayor de la Argentina. Se fue la percusión de lo que alguna vez ha sido la sinfonía del pueblo. Partió el “canalla” más conocido. El Tula, desde el primer miércoles de febrero de 2024, se puede decir que es inmortal; como aquellas personas que se incrustan en la memoria popular.

NACIONALES09 de febrero de 2024 Carlos Torino
Murió el Tula el hincha más famosos
“Canaya, peronista de Perón y Evita y ahora también del Papa Francisco”, era su carta de presentación.
“Vos no sabés pero es un mito” , fue la expresión elegida por un cronista del medio digital más leído del país para construir la crónica del epitafio del hincha más famoso de la Argentina. Tal fue su envergadura que la FIFA lo reconoció con un premio. Un 27 de febrero de 2023, hace un año y días nomás, recibió el galardón denominado The Best FIFA como mejor afición del mundo. Fue el primer hincha que ingresó con un bombo a un estadio mundialista y desde Alemania '74 estuvo presente en todos los mundiales. Sintió rivalidad en el trono, pues, el “mundo desarrollado” hizo famoso a otro bombista: 'Manolo', un aficionado español. Pero el Tula fue insuperable.
Murió el Tula
Pero ¿quién fue este personaje que se paseó por el mundo y por la política con su bombo?
Carlos Pascual Tula, así se inscribió en el Registro Civil, un 11 de septiembre de 1940, vivió 83 años. Hizo hasta sexto grado en la escuela Manuel Estrada, del barrio de Alberdi, para luego ganarse la vida como quiosquero  verdulero, diariero, entre otros tantos oficios. Pero el Tula fue su bombo y su circunstancia, los que lo hicieron vivir las crisis, los dolores y las alegrías de este país, atravesado por la visceralidad de sus sentimientos. 
Rosarino del barrio de Arroyito, nació y vivió a cinco cuadras de la cancha de Rosario Central, no tardó en hacerse fanático de la academia, aunque para ello El Tula rompió la idiosincrasia argentina, esa que dice que se puede cambiar de todo en la vida, menos de club de fútbol; pero como buen menemista que fue, el Tula lo hizo. 
La biografía personal del mito dice que su padre era radical y de Rosario Central ,y en el decisivo instante de la presión familiar para adoptar la clásica simpatía futbolera, Carlitos dejó de ser hincha del Racing Club de Avellaneda para transformarse en "canalla". Cuando creció, el amor fraterno no pudo convencerlo de cambiar la identidad política. El Tula fue, es y seguirá siendo peronista. La muerte no cambia eso. Al contrario, acrecienta las convicciones. Su dogma era el verticalismo y ante cualquier requisitoria periodística acerca de su apoyo a cualquier peronismo, contestaba igual: 'primero, la patria, después el movimiento y al último los hombres'. Alguna vez le dijo sin anestesia a diario La Nación, vanguardia del antiperonismo si las hay: 'yo peronizo al mundo'.
 
Evita corazón 
Seguramente, el padre no supo cuánto le llegó al alma cuando Evita visitó la ciudad y le regaló bicicletas a muchos niños rosarinos, entre ellos, al niño Carlos Pascual. Emocionado se impuso una promesa: conocer al mismísimo Perón. Pasaron muchos años, hasta que llegó a conocerlo. Se sucedieron su primer viaje en tren, en las postrimerías del primer peronismo, a la Capital Federal. En aquel entonces, en un acto del PJ vio a un hombre tocar el bombo y le llamó la atención. “Me gustó y nunca paré “, declaró cuando ya era una leyenda viviente.
Murió el Tula 002
El objetivo de conocer al General, el Tula lo pudo cumplir en 1971 cuando llegó a Puerta de Hierro. Viajó en barco un 17 de octubre – el Día de la Lealtad- con una enorme colecta realizada entre hinchas, peronistas y no peronistas. La travesía tuvo la mejor de las recompensas: Perón le firmó una foto para él y otra para la hinchada de Central (el Tula era el jefe) Una cuadra antes de llegar a la casa empezó a tocar el bombo. La guardia del lugar, cedida por el generalísimo Franco, lo cruzó. Tocó la puerta y lo estaban esperando el General en persona y el sindicalista José Ignacio Rucci, quien ofreció las veces de presentador del visitante.
 
El bombo del Tula también llegó hasta el Muro de los Lamentos. Mucho antes que un berreta economista ortodoxo se autodenomine revolucionario. En 2013, el Papa recibió al Seleccionado y el Tula no necesitó ni prensa ni invitación para ver y charlar con el ex cardenal Bergoglio. Simplemente se dirigió a la Guardia Suiza y les dijo: “Pregúntele al Papa si yo puedo entrar. Soy el Tula”. Al rato, le abrieron las puertas para que el Pontífice lo recibiera y le bendijera el bombo. “Gracias al Tula que le mete fiesta”, dijo Francisco y el bombo sonó en pleno Vaticano.
Con Menem en el poder, el bombo quiso ser banda oficial del PJ. Nunca pudo llegar a ese sitial. El ex presidente nunca lo recibió, a pesar de que fue su soporte musical en la campaña y se habían conocido en épocas del proceso militar, en Las Lomitas (Formosa). Pero tuvo incursiones memorables como cuando en un cumpleaños de Menem, en Anillaco, subió a un escenario junto a Ricky Maravilla. Todo ante la sorprendida mirada de Cecilia Bolocco, la entonces esposa del primer mandatario.
 
El Tula conoció a todos los presidentes peronistas y tuvo trato coloquial con ellos. Pero con Duhalde la relación provenía de la época del gobierno militar. En esos años, el ex presidente provisional había asumido por acefalia la intendencia de Lomas de Zamora y para que el Tula zafe de la cacería de los grupos de tareas, le consiguió un trabajo en el club Banfield.
El hincha plenipotenciario 
Los viajes a todos lados del orbe fueron su talón de Aquiles. Sobresalían los vínculos políticos, pero el Tula, un buen día, dio nombre y apellido, por el cuál justificaba que él y su bombo 'yiren', literalmente, por el mundo. Norberto Feldman era su benefactor, un empresario que supo estar ligado fuertemente al menemismo tanto como a la dictadura militar, y el entonces nuncio apostólico en Argentina, monseñor Pio Laghi. 
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Las malas lenguas plagaron las dudas para empañar la imagen pública del bombista. Decían que tuvo una fuerte relación con el todopoderoso secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, quien le “pagaba apoyo con plata de la SIDE”. Otras versiones eran que el Tula tenía un sueldo del Congreso. Aunque la más dura fue la acusación, lisa y llana, de pasarle datos a la policía. Era lo que aseguraban hinchas de Rosario Central. “Marcaba gente”, decían y explicaban con eso el porqué dejó Rosario para irse a Lomas de Zamora.
“Tengo una jubilación y me ayuda mi hija y amigos”, solía decir ante la incómoda pregunta por su nivel de vida y sus viajes. Pero es famosa su frase: “algún voluntario de Dios aparecerá”
El Tula siempre se desligó de ser barrabrava. Aseguraba que lo analizaba todo desde el sentimiento. En una recordada entrevista con el diario rosarino La Capital dijo que “era un hincha apasionado. No era barra”.
Se consideró a sí mismo como el primero en hacer un proyecto contra la violencia. Junté a hinchas de Boca, Ñuls y San Lorenzo con la idea de hacer un campeonato de hinchas y que los partidos se jugaran en las preliminares de los partidos oficiales. "Queríamos abrir Casa del Hincha en Buenos Aires y Rosario, pero fracasó”, dijo y destacó su época de paraavalanchas. “Había vinos y piñas entre los hinchas, pero no armas ni falopa. Contra eso es imposible pelear” , describió.
Carlos Pascual Tula trascendió a su vida. Su mito crecerá más allá de sus exequias. Será por siempre el hincha de Perón, de la Selección y de Central. 
No hace mucho decía que con más de 80 años, el bombo ya le era muy pesado para llevarlo a cuestas. “No sé qué voy a terminar haciendo con el bombo” .
Por si acaso, en el peronismo el bombo descansa en paz y empieza a ser memoria. 
 

 

 

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