La muerte de un juez polémico

Murió el exjuez Oyarbide. A los 70 años se lo llevó el COVID 19. Según dicen que el virus lo contrajo, justamente, en el festejo de su cumpleaños. El nombre de Norberto Oyarbide empezó a transitar las noticias, la farándula y los escándalos desde la época menemista. Fue magistrado durante 21 años. Llegó cuando Menem y se fue cuando Macri. En 2016, renunció porque se avecinaba un juicio político en su contra en el Consejo de la Magistratura por su performance con el expediente que versaba sobre el enriquecimiento ilícito de Néstor y Cristina Kirchner.

NACIONALES 01 de septiembre de 2021 Carlos Alberto Torino
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Entrerriano de nacimiento, en 1971 se fue a Buenos Aires a estudiar Derecho. Según cuenta su biografía de noche era barrendero y de día estudiaba. Ferviente católico en su juventud, Oyarbide empezó a trabajar ad honorem en un Juzgado Correccional justo un mes antes el golpe de estado. En 1980, ya con el título de abogado bajo el brazo fue nombrado auxiliar de la Fiscalía Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional  de la Capital Federal. Tal vez por el desarraigo o porque no se veía sin sus padres, se los llevó a vivir a Buenos Aires. Este devoto del Señor y la Virgen del Milagro fue ascendiendo hasta que, en 1994, durante el gobierno de Carlos Menem, fue nombrado juez nacional en el fuero penal y correccional federal. Y de ahí, su derrotero de fama, poder y oscuridad en el manejo de ciertas causas.
El período convertible lo encontró tratando expedientes calientes con nombres rutilantes del firmamento menemista como Armando Gostanian; el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo y la supuesta cuenta suiza del propio presidente. Pero el estrellato mediático lo logró cuando uno de sus investigados, el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo lo acusara de estar apadrinado por la Policía Federal. Razones de enojo no le faltaban al hijo del escobero de San Francisco. Oyarbide osó tocar su manto inmaculado cuando lo procesó en una causa vinculada nada más ni nada menos que al empresario suicidado, Alfredo Yabrán.
Para entonces, este extrovertido juez ya era conocido como uno de los magistrados de la servilleta famosa, de acuerdo al mito nunca desmentido que el mismísimo ministro del Interior, Carlos Corach había escrito de puño y letra, el nombre y apellido de los jueces afines al gobierno.
Siempre aferrado al sillón judicial, Oyarbide en el nuevo milenio dio cuenta que solo le respondía a él mismo y su forma de ejercer la magistratura, cuando en el 2000 le revocó la prisión domiciliaria al exdictador Jorge Rafael Videla, en 2006 dictaminó que la Triple A había cometido delitos de lesa humanidad y al año siguiente pidió la extradición de María Estela Martínez de Perón.
Pero la sombra del juez entrerriano y sus tornillos al sillón de juez le dieron aire para provocar a una parte de la ya constituida grieta: sobreseyó a Cristina Kirchner en la causa de su presunto enriquecimiento ilícito. Si en los 90 era calificado de menemista, durante el 2000 fue acusado de kirchnerista. Su investigación en 2009 por las escuchas ilegales en la ciudad de Buenos Aires lo llevó a procesar y embargar al propio Mauricio Macri. Esto le sirvió a la oposición K de enrostrarle haber sido candidato procesado, que se lo quitó el juez Casanello, momentos antes que llegara al balcón de la Rosada para bailar a Gilda junto a Antonia y su Negrita Hechichera y a la hoy fantasma ex presidenta Gabriela Michetti.
Pero como el duende, Norberto Oyarbide tenía una mano de lana y otra de hierro. Con una de ellas procesó a Ricardo Jaime y también pudo esclarecer el asesinato político del padre Carlos Mujica, ocurrido en los convulsionados ’70. Pero su nombre tan adherido a los papeles en el aire, no pudo escapar de esa vergüenza transformada en causa judicial como la famosa causa de “los cuadernos” escritos supuestamente por un chofer en su ocio mientras esperaba a sus jefes. Brillante obra literaria de sobrada prosa pero al momento de tomar estado de prueba, el chofer había dicho que los quemó.
Como sea el ex juez Oyarbide tuvo 47 denuncias por mal desempeño pero jamás prosperaron los juicios políticos en su contra. Pero nada de eso es equiparable cuando saltó una acusación sobre su protección a prostíbulos a cambio de miles de dólares. Eso le provocó el mayor desprestigio y hasta fue solicitado uno de los tantos juicios políticos que atravesó cuando lo acusaron de comprar un anillo por un cuarto de millón de dólares, que era lo mismo decir que había en él un enriquecimiento ilícito. Esto también le aparejó que su vida sexual fuera tema mediático, cuando el inefable Luciano Garbellano lo vinculara al caso Spartacus, y hasta el ex gobernador Juan M. Urtubey en un desmadre para el olvido hizo alusión al tema en la TV salteña.
En su vida llegaron los escándalos como subir a cantar alcoholizado con la Mona Jiménez o ser denunciado por la nave insignia del periodismo de guerra en su apogeo. Jorge Lanata le cuestionó su forma desmesurada de vida y sus lujos. Ya por entonces, era cierto, que se vestía en Avenida Alvear y lucía trajes y zapatos lujosos. Lejos de la sacrificada vida de su padre peluquero en un pueblo de su Entre Ríos natal.
Dejó frases memorables como aquella destinada al fundador del PRO. “Macri no me compró porque yo no cotizo en Bolsa, pero tuvo intención directa de hacerlo", aseguró o cuando terminó con su carrera judicial, renuncia de por medio. “Jamás tuve ningún tipo de presión, me voy porque todo en la vida tiene un principio y un final, necesito otras cosas para mi vida”.
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