“El arte es una forma de ver la realidad”

Dice que nació entre las montañas de la Mina 9 de Octubre, en la época de oro del acero y los altos hornos, y como su padre trabajaba en una empresa constructora; lo asentaron en el Hospital Pablo Soria, Jujuy, “pero estuvimos sólo por unos meses, y nos vinimos, por lo tanto soy salteño”, aclara riendo el escritor Roberto Salvatierra. Cursó estudios secundarios en el Colegio Nacional y el Salesiano; superiores en Comunicaciones Sociales y Letras en UCASal y la U.N.Sa, respectivamente. Es padre de Facundo, quien actualmente reside en Córdoba, que fundara la banda de rock local Gardenia, “hizo lo que me hubiera gustado a mí, como tocar la guitarra o el piano”.

Con el Taller del Once se dedicó más en formar a noveles escritores que en editar su propia obra, “Sigo escribiendo pero no me dan los tiempos y no es cuestión de juntar lo que tenga a mano sino de hacer una selección con seriedad y responsabilidad. Tengo ensayos, poesía, y algo para teatro, pienso que ya habrá un momento de sentarme a dialogar con este material y despedirlos de ese modo”, señala Salvatierra, fundador del Café 1140, mítico espacio de la bohemia salteña en los albores de la democracia, y actualmente abocado a la gestión cultural como Presidente de ProCultura Salta.

-¿Qué objetivos se ha propuesto?

-Vamos a retomar la línea de socios, benefactores a los que con una cuota mensual hay que darles beneficios desde el punto de vista artístico. Por otro lado, tenemos que reacondicionar nuestro pequeño teatro, darle una nueva estética. Queremos lanzar un festival juvenil de la canción en el mes de mayo, ya que en la historia de cancionero salteño teníamos al de la Escuela Técnica II por el que pasaron muchas figuras o disfrutamos como público. Queremos activar convenios con otras organizaciones, también invitaremos al Ministerio de Educación a sumarse con el objetivo de sacar y recuperar a los jóvenes a través del arte, porque es un eje que lo atraviesa todo, fronteras, espacios sociales, y hasta los muros carcelarios, al arte no lo pueden detener.

-¿Estamos atravesando por un periodo de crisis cultural?

-Si miramos al hecho cultural como un producto político social dependiente del aparato de gobierno, obviamente, se está atravesando por un momento económico muy delicado, pero nosotros somos una asociación sin fines de lucro, tenemos bien en claro que siempre nos ha costado mucho sacrificio, y atravesamos por buenas y malas épocas. La cultura la construimos de otra manera, con ideas y gestión cultural, pero esto no se movería sino existiera planificación o equipos de trabajo, esa es la clave. Tenemos personas que trabajan ad honoren, ceden su tiempo, incluso algunos no vienen de un sector del arte sino que son gestores.

-¿En qué se gana?

-La gente no solo necesita comer y vestirse sino también tener un momento de esparcimiento, enriquecer la sensibilidad y el mundo emocional, esa es la compensación. Para nosotros, en épocas de crisis es vital seguir insistiendo porque cada vez hay menos producción oficial, aparte de los festivales del calendario popular, nadie quiere arriesgar en producir. Nosotros aprendimos de los que sabían hacer, que tenían la promoción de la cultura como objetivo, sabiendo que el arte sin la gente no tiene sentido. En cultura solamente se gana, los que piensan que es un gasto y no una inversión están equivocados.

-¿Por qué  se eligió a pintores del pasado para inaugurar el ciclo?

-En realidad, siempre promocionamos dos actividades, este año inauguramos con los “grandes maestros”, sobre el legado cultural, la herencia, y habrá una segunda parte con artistas contemporáneos. No decimos lo viejo y lo nuevo porque la pintura salteña es una sola, tenemos de la época de oro de la pintura, pero también la riqueza única de gente joven que sigue experimentando técnicas, están inmersos en la globalización y la tecnología, al tanto de lo que se hace en cualquier parte del mundo.

-¿Por qué no salió el catálogo en tiempo y forma?

-El catálogo en papel es casi algo del pasado, ahora se lee más en el celular o en la computadora de forma gratuita, la gente se acostumbró a tener otro vínculo con la información. Además de que evitamos gastos en sentidos económicos y de elaboración, también ayudamos a la ecología y a la naturaleza apostando a los medios electrónicos con aplicaciones gratuitas, e inclusive interactivas porque se pueden ver fragmentos de espectáculos.

-¿Cuál es el balance que se puede hacer hasta ahora?

-De los fundadores aprendimos que se hacían cosas por puro idealismo y pasión, que la cultura hace pensar, y va más allá del entretenimiento. Al día de hoy, logramos asistencia total en las mayorías de las presentaciones, buena respuesta del público, en danza, música, en algunos casos hasta se duplicó la cantidad de gente prevista, mucha demanda y superamos las expectativas, con espacios de la cultura muy diferentes, inclusive al aire libre, que nos demuestra que la gente espera el Abril y lo apoya.

-¿Para Ud, todo comenzó con el Café 1140? 

-Sí, soy profesor de literatura, actualmente es mi dedicación especial, pero pasé por todo en cuanto a gestión cultural. A mi me ayudó haber desarrollado una actividad gastronómica cultural como fue el Café 1140 durante quince años, ese aprendizaje trataré de trasladarlo a Procultura Salta, vengo del hacer no solo del pensar literario. Siempre me cruzo con gente que me sugiere reflotar aquella idea del 1140, que tuvo un sentido y una razón de ser en su momento, porque hicimos cosas que sorprendieron.

-¿Cómo fue que se animaron a exponer desnudo artístico por entonces?

-Y veníamos de muchos años de trabajos a puertas cerradas, de oscurantismo, de épocas políticas nefatas para el país en la que los artistas trabajan en una especie de laboratorio, del pensar desde adentro, evitando el dolor, el lamento, y el arte evoluciona preparándose a lo que viene. Había que generar un espacio, tenía su razón de ser, los artistas tenían que reaparecer, había enormes ganas de mostrar después de tantos años de silencio y el desnudo tenía que ver con superar una etapa de censura. Si vivíamos tan sojuzgados se entendía que era lo primero que se iba a mostrar, pero también era desnudar un montón de aspectos y mezquindades que se ponían en evidencia a partir de ahí. Fueron épocas de perversidad que se ponían de manifiesto y el Café 1140 fue el inicio del final de una resistencia.

-¿Fueron censurados?

-En todas las épocas trabajan desde la tramoya, las sombras, tratando y boicoteando todos los proyectos. A veces no hay una censura directa, sino algo que, diría Borges, caracteriza a la personalidad de los argentinos, y tiene que ver con la cobardía. Los servicios de “inteligencia” se dibujan o disfrazan y tuvimos un montón de boicots desde medios de comunicación y hasta de artistas porque en realidad llevan adelante un proyecto que ni siquiera es tal, porque en realidad intentan desestabilizar el ejercicio de la libertad y son tan mediocres que se conforman con nuestro fracaso. Así que bueno, fue un poco sobrellevarla y cuando los artistas descargaron con toda la angustia por el cercenamiento de la libertad, el proyecto estaba cumplido, nada es para siempre.

-¿Ahora enseña a escribir?

-No “enseño” a escribir, trato de trasmitir la pasión por la escritura, una vez que comenzaron si siguen solos es porque había madera de escritor. Soy un amante de las artes, y busco contagiar esta pasión; he tenido la oportunidad de que pasara por mi taller, por ejemplo, Ana Gloria Moya, y una lista interminable de escritores que lograron descubrirse. El arte es una forma de ver la realidad, primero vivo y si la situación lo exige, escribo. Es una respuesta, el decir, entender, y solucionar a través del arte.

-¿Se ha perdido aquella poesía que nos caracterizó?

-Si se lo mide en términos de desarrollo, evolución o critica literaria, diría que la poesía en los últimos años fue perdiendo terreno frente a otros géneros como la novela o el cuento.  Pero, a mí me preocupa más que el escritor en general haya perdido la capacidad de riesgo, de búsqueda, pareciera que entró en una meseta de convencimiento de que es lo mejor que ha sucedido y no es así. Leo escritores jóvenes de Jujuy y cambiaron, crecieron enormemente, la narrativa a partir de Tizón se ha multiplicado en calidad literaria; nosotros después de Aparicio tenemos pocos destacados. Todavía veo entre nosotros una forma de escribir sin arriesgar nada, hemos perdido el trampolín de la generación del ‘40 para animarse a decir cosas sin caer en la ridiculez total, algunos componen una zamba y ya dicen que es folclore popular. Todo esto hay que reconocerlo o entraremos en una necedad que hará mucho más mal a nuestra literatura.

 -¿Se deberá producir el parricidio literario?

-No se puede decir que haya que superar a Castilla, sino respetarlo, y a partir de ahí hallar nuevas líneas de búsqueda. El parricidio es una condición de la  naturaleza pero en literatura debe ser otra la manera, no solo matando sino haciendo resucitar de las cenizas. Hay gente que no lee poesía o no conoce la literatura universal y quiere escribir poesías y cuentos, van al taller pensando en que son cuentistas y resulta que escriben relatos, eso también forma parte de esa pobreza en la que hemos caído, sacan un libro de poesía y en realidad es prosa poética. Estamos en un laberinto del que tenemos que salir, los escritores jóvenes deben sentir la presión de la época y dar respuestas.

 -¿Mantenemos una mirada demasiado local?

-El tema de la identidad existe, la cultura de hecho es identitaria pero también es un quehacer atravesado por un montón de situaciones. Gracias a los medios, la tecnología o internet, hoy no solo nos duele que la montaña esté seca sino también el bombardeo a Siria, o de todo aquello que tardaba años en enterarnos y por ahí se sentía como algo que ya había pasado. Hoy la preocupación del artista salteño es universal.

Raúl Almendares

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