En una noche de megafiesta del boxeo en el estadio Delmi, la consagración se la llevó el "Bombardero" Durval Palacio merced a un intenso despliegue de golpes, que finalmente, en el octavo encontró la mano definitoria que puso fin al esfuerzo y trajo alivio y festejo a los salteños. Es que tanto machacarle la cabeza y la zona alta, el brasileño había sacado ya el reconocimiento de "guapo" y resistente a los golpes. Había caido por primera vez en el tercer round, y todo hacía pensar que el final estaba cerca. Sin embargo, una vez de pie el Matheus Da Silva no solo aguantó otros mandobles del salteño, sino también empezó a devolver y rápidamente se notó que lo hacía con potencia.

En el cuarto round, el salteño sintió el agotamiento por la intensidad de sus ataques, sus brazos ya no resistían los golpes del brasileño, quien empezó a ocupar el centro del ring. Y si bien es cierto que Durval seguía lanzando golpes, estos ya no tenían la efectividad de los primeros rouds, y el costo que pagaba estaba siendo demasiado alto. Así transcurrieron el quinto y el sexto round. En la séptima vuelta, quizás la esquina le cambió la estrategia de trabajo al salteño, y empezó a buscar la zona baja del brasileño, una forma de buscar el desgaste que los golpes en la cabeza no habían conseguido. Fue el cambio que mostró esta vuelta de golpes cortos, forcejeos, trabas y empujones. Es más, la resistencia de Da Silva, llegó a desbordar al salteño que por un momento perdió la profesionalidad y apareció el chango del barrio con algunas actitudes cuestionables. El extranjero pierde un punto por una medida exagerada e innecesaria del árbitro, por golpe bajo. Los ojos izquierdos de ambos, empezaban a mostrar el rigor de los golpes. Durval empezó a sangrar.

Comenzada la octava vuelta y cuando la preocupación empezaba campear el Delmi, Durval tiró un zurdazo en la cabeza que obligó al brasileño a levantar la guardia, que rápidamente aprovechó el salteño lanzando un latigazo más preciso que potente. En la zona justa, que dobló de dolor al brasileño y se desplomó totalmente vencido en el centro del ring.

La organización dio riendas sueltas al festejo sin esperar que el rival se recupere y lanzó sobre el ring papel picado como parte de un festejo. Los abrazos se multiplicaron en el rincón, el Pony emocionado con sus ayudantes; los organizadores y la gente adoptando un nuevo ídolo como en la época de oro del boxeo salteño. Un micrófono para Durval, que mucho más calmado, abrazó a su rival ya recuperado. La gorra de la publicidad y las palabras del campeón: "Agradezco a la gente que vino a apoyarme. La verdad que me sorprendió el rival, muy duro, pensé que lo iba a sacar antes, pero él trabajó bien, por eso le dije que siga trabajando y creo que se merece la revancha"- ¿Y ahora que viene campeón?, le preguntó, ansioso, el animador. "Bueno, no sé, ahora quiero irme a comer", respondió Durval para el festejo de los que lo escuchaban, siguieron las fotos de rigor, y el Delmi comenzó a vaciarse hasta la próxima velada.