DEPORTES Carlos A Torino (*) 28 de diciembre de 2021

Otra lágrima por Maradona... murió Hugo

Maradona sigue muriendo. Esta vez el ídolo deja derramar una lágrima más con su hermano Hugo. El Turco, Turquito o, simplemente, Huguito, paralizó su corazón en Nápoles y más joven que el Diego aún. Tenía 52 años cuando -antes del mediodía italiano- y justo en el día de los santos inocentes, Hugo Maradona murió. Sí, parece que el destino y el mandinga se complotaran para las infaustas noticias.

Pero Hugo, crecido a la sombra y el calor de su hermano famoso, tuvo una vida y forjó su trayectoria, también a pura gambeta. “Ni te imaginas lo famoso que es mi hermano. En África, en cualquier país de Asia, decís que sos argentino y pronuncian tu apellido. Es muy fuerte y me pone orgulloso”, le dijo a este cronista, allá a finales del siglo pasado, cuando jugaba sus últimos partidos con la camiseta de Brown de Arrecifes y visitaba a Gimnasia y Tiro por el Nacional B. Hasta esa institución, de una ciudad más tuerca que futbolera, llegó con sus 30 años a cuestas para cerrar una carrera que lo tuvo como protagonista por ocho años en la liga japonesa, acaso su cenit como jugador de fútbol, pero que comenzó en el mismo lugar que su hermano irrepetible. Villa del Parque.
Pero Hugo fue un trotamundos del balompié. Jugó en Venezuela, Uruguay, Austria, España, Italia y tuvo su primera experiencia como director técnico en Puerto Rico. Luego se afincó en Nápoles.
Aunque de su fama se trate y su explosión como jugador se aborde, indudablemente hay que remontarse a 1985 cuando ocurrió una de esas cosas que suceden muy de tanto en tanto y marcan historia. Aún hoy insuperable. En ese año se jugó el Sudamericano Sub 16 en nuestro país, con el buen tino de la AFA  (tal vez, la única vez que pensó más allá de sus utilidades) que lo hizo disputar en un solo estadio y con entrada gratuita.
Efectivamente, ese torneo se desarrolló en la cancha de Vélez Sarsfield y fue transmitido en vivo y en directo, aún no había cable, a todo el país. Argentina goleó a todos sus rivales y llegó al último partido como el gran favorito pero Brasil parecía que iba a aguar esa fiesta. Por lo menos parecía eso con un dos a cero hasta que apareció Hugo Maradona y con su juego y goles le dio un triunfo histórico de 3 a 2. Cabe recordar que ese conjunto era integrado por jugadores de la talla de Fernando Redondo, Fernando Cáceres, Pedro Salaberry y Fernando Kuchumchoglu, por ejemplo. Los primeros conocieron mucha gloria, sobre todo Redondo, y los dos últimos, surgidos en River, solo pudieron brillar en ese torneo. Todos fueron a China a disputar el Mundial pero nada fue como entonces y quedaron eliminados en la primera ronda.
Hugo jugaba en Argentinos Juniors y había debutado justamente ante Boca Juniors un 16 de marzo de 1986. Fue parte del plantel que seguía levantando copas y ganó la Interamericana. En los Bichitos Colorados de La Paternal jugó 19 partidos oficiales y cruzó el Atlántico para fichar en el Nápoli, con la evidente influencia de Diego. Pero allí, ni siquiera debutó y fue transferido al Ascoli, un club de mitad de tabla para abajo de la serie A. Desde ahí fue al mundo. Rayo Vallecano de España, Rapid Viena de Austria y sus ocho años en Japón, en tres equipos distintos, marcaron lo más importante de su carrera. Luego de vuelta al subcontinente para jugar en Progreso de Uruguay, Deportivo Italia, de Venezuela, y concluir en la tierra de los Di Palma con Brown de Arrecifes cuando el siglo XX terminaba.
“Diego es irrepetible, la comparación está pero Hugo es un excelente jugador”, lo definió Roberto Marcos Saporitti, el DT que lo hizo debutar. Algo de eso tuvo, por lo menos. Ya que un niño de diez años no hace la observación que hizo Huguito a su hermano cuando regresó de una gira con el Seleccionado en 1980. En esa ocasión, Diego hizo una jugada casi calcada ante los ingleses en el mismísimo Wembley, que de tan Catedral que es lo vio jugar solo esa vez con la camiseta argentina. “Te apuraste, tendrías que haber eludido al arquero y definías con el arco vacío” ,le dijo con total naturalidad. Acaso eso retumbó cuando Maradona eludía ingleses en el césped del Azteca y cuando vio a Shilton, se acordó lo que le dijo el Turquito y convirtió el mejor gol de los Mundiales.
El Turco era alcanzapelotas mientras el apellido Maradona empezaba a sacar lustre en la vieja cancha de Argentinos Juniors. Fue el más rebelde, según lo describió su sobrina, la hija del Diez, Gianinna. “El que vivió siempre lejos, el que me dio sushi por primera vez y quien me vetó Snoopy para siempre por decirme que era mufa” , le escribió una despedida su ahijada. En este año, se postuló para concejal en una lista de la centro derecha italiana. “Me han propuesto ayudar a los niños. No hablo de política, sólo de fútbol”, dijo sobre su nuevo oficio de candidato, que finalmente no llegó en las últimas elecciones de octubre.
Pero Hugo es Maradona y fue uno de los hermanitos del Diego (el otro es Lalo) que los nombraba con la misma devoción que luego, ya padre, la mencionaba a Dalma y a Gianinna, sus hijas. Por ese amor que se prodigaban, cuando ya el Diego era eternidad, decía que su deseo era que la gente lo recuerde  como jugador de fútbol. “Con lo demás se exceden”, sentenció.
Hugo fue el que trajo a la memoria una de sus últimas charlas con su hermano, con el que se hablaban todos los viernes. Eran las tres de la mañana, aproximadamente y le pregunta: ¿Estás durmiendo? Y Diego le contestó “No, bailando”. Huguito expresó que lo escuchó bien, sereno. Distinto cuando días después el propio Diego le decía que lo tenían encerrado y él quería salir. Luego vino la muerte y apenas tuvo tiempo para decir un “estamos muertos en vida”.  
Hugo ya no tendrá que esperar los viernes para llamarlo a su hermano. Va camino a su encuentro para llevarle el mensaje de su ahijada. “Buen viaje Padrino, abrázalo fuerte por mí. Feliz reencuentro”, le escribió Gianinna. Tal como lo hubiese escrito cualquier humano de esta latitud que siempre lo extrañará a Maradona, el apellido sagrado del pueblo.
(*) Desde Córdoba

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