Martillo, tal su apodo que lo hizo conocido en todo el mundo, convocó a las últimas multitudes del estadio de Tito Lectuore para ver la pelea de fondo, reservada solo para los boxeadores que prometían ser campeones. Escribió su carrera sin corona mundial. La única que importa para la galería de la gloria, que es la vital categoría del deporte de los puños. A sus intentos los hizo legendarios. Para ello, contribuyeron los cruces con los poderosos campeones Marvin Hagler y Tommy Hearns.
Juan Domingo “Martillo” Roldán nació y murió en la cuenca lechera argentina. Supo ordeñar la vaca en el tambo familiar pero en su imaginación se sucedían coches de bomberos, gente vitoreando su nombre y abrazos por doquier. Todo era potenciado por una de sus pasiones: escuchar boxeo por la radio. Quería la gloria, quería ser campeón. Entonces se le apareció un oso en su camino y ahí comenzó su carrera.
La historia remite a una función de la gira del Circo Monumental que armó carpas en Freyre, el pueblito del niño en cuestión. La atracción era un oso dispuesto, mejor dicho alentado por la jauría de los dueños del circo, a pelear con un espectador. El locutor preguntó quién quería subirse a la jaula y Martillo levantó la mano, ante la sorpresa de su hermano quien lo había acompañado. Resistió seis minutos frente a frente con el oso Bongo y ¿cómo lo logró? Cuando el animal se paraba sobre sus dos patas, Roldán se le acercaba y le tocaba los testículos y así desistía el ataque. El relato del periodista Cherquis Bialo también registra otro episodio de valentía de sus puños. Remite a otra anécdota épica. En algunos encuentros de pibes en la siesta campestre apostó que volteaba de un puñetazo a un toro. Sin más preámbulos, enfiló hacia uno que rodeaba el campo y lo noqueó. De ahí a un ring propio hubo un paso. Lo improvisó en el propio campo. Modesto pero suficiente para prepararse y buscar algún festival que le permita la ocasión de mostrarse. Lo hizo y sobrevino la etapa profesional.
En 27 peleas deslumbró con sus pegadas y le quedó para siempre el apodo de Martillo, un periodista fue testigo de la potencia de sus cross y uppercut y no se le ocurrió otra cosa que bautizarlo con ese sobrenombre. El combate 28 lo preparó ya en el gimnasio de Amílcar Brusa, el histórico manager de Monzón. Ganó los títulos argentino y sudamericano de peso mediano. Este currículo llamó la atención del promotor Tito Lectuore y lo reclutó. Debía llenar el vacío del gran campeón, retirado cuatro años antes de la aparición de esta promesa. O sea, Martillo Roldán fue preparado para ser campeón del mundo y un nuevo Monzón.
Las Vegas lo enceguece a Martillo
El gran Marvin Hagler en la lona. Martillo lo rozó con su potencia pero el juez dijo que fue resbalón.
El gran día llegó. En 1984 lo esperaba un grande de la historia de la categoría. Era Marvin Hagler que gozaba del privilegio de nunca haber visitado la alfombra, pues, contra Martillo la besó en la primera vuelta y paralizó hasta las casas de apuestas, aún muchos hayan objetado porque en realidad se trató de un resbalón. Al round siguiente Roldán salió a liquidar el pleito y no pudo lograrlo pero sumaba en las tarjetas pero en el tercero esa ansiedad le jugó en contra. La experiencia del norteamericano le puso el freno a su furia. Martillo fue al cuerpo a cuerpo y Hagler lo espero y le sacó un gancho que le lastimó el ojo. Los que saben de estas batallas dicen que hubo falta pero el árbitro no cobró y la sangre a medida que pasaron los minutos y los rounds fue un impedimento para la gloria de Juan Domingo. El 10 round fue el acabose. Lectoure soñaba con una corajeada al estilo Galíndez pero la técnica y la pegada del norteamericano no lo dejó seguir. Con furia y resignación llegó al hotel y le pegó con la misma dureza que al rival, a la puerta del baño con tanta mala suerte que atravesó el durlock y llegó a tocar el cemento. Sesenta días fue el tiempo que esa calentura lo mantuvo en recuperación.
No obstante ello, este match mundialista fue un antes y un después en los guantes. Fue el mismísimo Sugar Ray Leonard, quien comentó la pelea esa noche, quien vio la falta y pidió el rediseño de los guantes para el próximo combate que iba a hacer justamente contra el propio Hagler y así fue. Desde entonces, el dedo pulgar no quedó suelto y fue adherido a la empuñadura.
Frente a "La Cobra" Thommy Hearns.
LA SEGUNDA OPORTUNIDAD
La segunda pelea legendaria fue contra Tommy Hearns. Era su segunda época de boxeador, pues, el combate con Hagler lo promovió a colgar los guantes provisoriamente. En 1986 volvió y ganó doce peleas para tener la oportunidad mundial y también en el show de Las Vegas. Se pasó días y semanas estudiando el movimiento del estadounidense. A diferencia del pelado Hagler, este rival tenía en su alcance de brazos y la velocidad de sus movimientos su coraza casi imbatible. La cuestión era no darle distancia de brazos y cualquier pegada era para quitarle energías al moreno noqueador. El plan era ir de menor a mayor y anular estratégicamente el ataque rival. La clave era contener la propia ansiedad. Martillo, que antes de viajar se había separado de su esposa, no mostraba convicciones y apenas quitaron los banquitos del ring no hizo nada de lo pensado, hablado y planeado. Fue a comerlo al campeón ¿el resultado? Dos caídas en la primera vuelta, una en el segundo round y en la cuarta vuelta pudo calzar un golpe casi de nocaut y lo tuvo a maltraer a Hearns pero no dio ese paso para atrás, para tomar distancia. Lo vio perturbado y al ir a buscarlo recibió un gancho ¡cuándo no! Y se terminó el sueño del cinturón mundialista.
Pero no hay dos sin tres. En setiembre de 1988, disputó el pleito con Michael Nunn y perdió envuelto en sospechas y dudas. Cayó en el octavo asalto pero el golpe no había sido tan contundente como para tumbar al fuerte Martillo. Ahí nomás se retiró con su record de 47 nocaut en 67 peleas y solo 5 derrotas, tres de ellas por títulos mundiales.
PESCA, CAMPO Y POLÍTICA
Roldán se dedicó al campo y su pasatiempo era la pesca. Reconocido porque siempre estaba para ayudar en cualquier causa comunitaria hasta tuvo tiempo de acercarse a la política. En Frontera, una localidad cordobesa que la separa solo una calle de Santa Fe, enseñó boxeo a los más pibes. Fue secretario de Deportes de esa comuna.
Hoy el hombre que peleó con un oso, noqueó a un toro y estuvo al borde del fuera de juego a dos leyendas norteamericanas, cayó en su última pelea contra un virus.
Su partida lo empodera como lo que construyó en el boxeo, su estatura de leyenda.
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Carlos Alberto Torino
negrotorino65@gmail.com