A 40 años del comienzo del acuerdo por el Beagle

Hace 40 años, Argentina y Chile se preparaban para dirimir sobre la posesión del Canal de Beagle a través de las armas. El gobierno militar de entonces, solicitó al Vaticano su mediación que comenzó con el Acta de Montevideo, un 8 de enero, y concluyó 1984 con el acuerdo de paz y amistad.

OPINIÓN 08 de enero de 2019 José O. Bordón (*)
Canal de Beagle

Hoy, argentinos y chilenos recordamos los 40 años de un acontecimiento de extraordinaria proyección histórica: la firma del Acuerdo sobre el Diferendo en la Zona Austral, conocido como “Acta de Montevideo” (8 de enero de 1979), en virtud del cual los gobiernos de Argentina y Chile, en presencia del cardenal Antonio Samoré, acordaron solicitar a la Santa Sede que actuara como mediadora para “guiarlos en las negociaciones y asistirlos en la búsqueda de una solución del diferendo”.

Esta Acta no solo puso término a una escalada que parecía conducir inevitablemente al enfrentamiento militar, sino también representó el comienzo de un nuevo y largo proceso de negociación que recién culminó varios años después con la firma del Tratado de Paz y Amistad (1984). Lo cierto es que, por cuestión de horas, el accionar del Papa Juan Pablo II no solo evitó una guerra, sino que —según reportes de la época— les salvó la vida a miles de personas. Las tensiones entre nuestros países jamás volvieron al vértice de las vísperas de la Navidad de aquel 1978.

Otro aspecto interesante fue la acción de intelectuales argentinos y chilenos, quienes redactaron una carta, en la que hicieron un llamado a nuestros Presidentes expresando su anhelo de paz y respeto mutuo entre las dos naciones, en los siguientes términos: “…los profundos vínculos de hermandad espiritual, intelectual y de toda naturaleza que se han consolidado entre nuestros pueblos desde su independencia han demostrado su irrenunciable vocación de superar todos sus conflictos limítrofes por la vía pacífica. En tal virtud hacemos un llamado a las más altas autoridades de nuestras naciones para que permanezcan fieles a este imperativo que surge de nuestro pasado y se proyecta hacia el futuro como el gran desafío a lo más hondo de sus conciencias de gobernantes...”.

Esto nos demuestra que esta mediación fue posible —en un contexto donde tanto Argentina como Chile vivían procesos dictatoriales— no solo por el coraje y prestigio de Juan Pablo II en nuestros países y en el mundo, sino también por nuestra historia común que ha generado un fuerte entramado de relación bilateral que va más allá de las lógicas competencias y diferencias.

Además, nos permitió continuar en este largo camino, iniciado por nuestros próceres y nuestros pueblos hace más de 200 años, construyendo y desarrollando de manera complementaria nuestra agenda común, sustentada en la confianza mutua y la visión de futuro.

También marcó el rumbo hacia la asociación estratégica existente entre nuestros países y nuestros pueblos, proceso construido a lo largo de los más de 5.000 kilómetros de frontera común. Hoy, esta asociación une más que nunca nuestra geografía y valores compartidos en pos del desarrollo y del bienestar de nuestras sociedades.

Si bien pueden surgir grupos minoritarios en uno u otro país que buscan reeditar desconfianzas o conflictos, estos últimos son inmediatamente resueltos por el accionar de los Gobiernos y la gran mayoría de las dirigencias e instituciones de ambos países.

 Por ello, seguimos desarrollando y poniendo en práctica nuevos mecanismos de trabajo en infraestructura, conectividad y facilitación fronteriza, intercambio comercial, cooperación antártica, ejercicios militares combinados, integración energética y cultura. Todas estas áreas conforman hoy el universo de una relación amplia, dinámica y diversificada, que constituyen herramientas para el crecimiento y el bienestar compartido.

Así es como, a 40 años de lo que pudo haber sido un devastador retroceso para ambas naciones, hoy reafirmamos nuestra hermandad, nuestra búsqueda de objetivos comunes, con nuestras individualidades, pero reconociendo que tenemos juntos un futuro promisorio sustentado en una integración cada vez más sólida, más franca y que es el ejemplo del sueño en marcha de nuestros libertadores.

 *)Embajador de Argentina en Chile
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